13 SEPTIEMBRE – 17 NOVIEMBRE 2018
La exposición consagrada a Nicolas Cluzel anuncia el estado de excepción de nuestras sociedades occidentales. El término «état d’urgence», en Francia, se refiere a una medida tomada por el gobierno en caso de peligro extremo para el país. Es lo que vivió el pueblo francés después de haber sido víctima de un intensa ola de atentados. El gobierno de la época, con François Hollande a la cabeza, decretó en noviembre de 2015 el «estado de excepción» que permite a las autoridades tomar medidas tales como registros domiciliarios por sorpresa o supresión del derecho de manifestación.
Este mismo término, estado de excepción, nos devuelve a la tensión provocada por las diversas crisis a las que nos estamos enfrentado los occidentales. Las preocupaciones de un mundo que gira hacia la deriva: crisis migratoria, crisis económica o crisis de identidad cultural, todas perfectamente transcritas en esta serie de obras. En efecto, Nicolas Cluzel pinta tormentas, escenas de desastres, hordas de gente y peleas dejando entrever el estado de excepción de la humanidad. En la costa o navegando por el mar, reconocemos a los inmigrantes de hoy buscando un futuro; detrás de su iPhone haciendo un selfie identificamos a la nueva generación esclava del consumo; con el pecho descubierto frente a una obra de arte famosa pensamos en las acciones de las Femen. Todo es actualidad y empuja a la reflexión. A pesar de eso, el artista no desea tomar abiertamente una posición política, se limita a constatar los hechos y los traslada al lienzo.
Es por eso que usa un estilo ágil, vivo y expresionista, huyendo de la corrección. Necesita expandirse, extender el acrílico y mover de manera violenta sus pinceles para hacer oír su voz. La «excepción» no podría hacerse sentir mejor, enfrentándonos a la inmediatez de los peligros a los que se exponen los ciudadanos del mundo. Ciudadanos del mundo, sí, porque los personajes de su obra forman parte del mismo registro caricatural y monstruoso y se posicionan, en el universo del artista, en esa escala. Mas allá del aspecto monstruoso, son personajes insoportables y caprichosos que intentan imponer su voluntad a toda costa. Invaden el lienzo, posicionándose en el centro del tópico, mezclándose con la textura. Parecen estar animados por la misma preocupación: la de existir.
Nicolas Cluzel se divierte reinterpretando obras maestras de la Historia del Arte, haciendo pastiches de Goya, Caravaggio o Delacroix. Este diálogo entre maestros le permite confrontar distintas visiones del mundo poniendo el foco sobre el presente. Una vez reinterpretadas, esas obras por todos conocidas, toman otra dimensión. Algunos verán una crítica hacia nuestra época y otros solamente una reinterpretación estilística. Inspirándose en sus predecesores, el artista insiste sobre la importancia del papel de la pintura en el contexto social. Los lienzos aquí presentes testimonian la realidad, por dura que sea, de nuestras construcciones sociales. Como galeristas y como amantes de la libertad de expresión, queremos permitir a los artistas de carácter como Nicolas Cluzel expresarse libremente en nuestro espacio.
Nicolas Cluzel nació en 1987 en Angers. Vive y trabaja actualmente en Lyon, Francia. Practicó durante años el dibujo y el comic antes de dedicarse a la pintura. Después de un master en Artes Aplicados en la Universidad de Provence (Aix-en-Provence), Nicolas empieza a exponer en salones de artistas y exposiciones de grupo a través Francia. Desde entonces, distintas galerías de arte les han representado en Bordeaux, Marseille, Aix-en-Provence y Lyon. Lo hemos representado por primera vez al extranjero.
Exposiciones individuales
2018 Galería Tournemire (Madrid)
2018 Galería Jérôme B (Bordeaux)
2017 Galería L’Âne bleu (Marciac)
2016 Galería Le coeur au ventre (Lyon)
2015 Galería Fert (Yvoire)
2013 Galería Anna-Tschopp (Marseille)
2011 Galería Vincent Bercker (Aix-en-Provence),
2010 Galería La Tourette (Tournon sur rhône)
Exposiciones colectivas y ferias
2018 Passage à l’art (Cherbourg), Centre d’art Chaillioux (Fresnes)
2017 Galería Jérôme B. (Bordeaux), Galería Anna-Tschopp (Marseille)
2016 Galería Brulée (Strasbourg), Galería Le coeur au ventre (Lyon)
2017-2015-2014 MAC PARIS (Paris)
2016 Figuration critique (Paris)
2015-2013 Puls’art (Le Mans)
2014 ArtCité (Fontenay-sous-bois)
2012 L’Arrivage (Troyes)
2012 «L’Humanité» (Beaulieu – Lausanne – Suisse)
Galería Tournemire – La primera observación que uno hace al contemplar tu obra estriba necesariamente en las numerosas referencias de las que se nutre tu inspiración. ¿Por qué te interesan tanto los pintores clásicos?
Nicolas Cluzel – Hay distintas razones para inspirarse, citar y homenajear a los artistas del pasado. Unas de las principales es, supuestamente, de orden afectivo porque me gustan las obras de esos pintores. Luego, hay una dimensión puramente plástica y estética; me puedo inspirar de un cuadro solamente porque me interesan su composición o su luz. Otro foco de interés viene del sujeto inicial del cuadro. No es casualidad que Caravaggio pintara decapitaciones, que Goya enseñara las absurdidades de su época o que Rubens realizara una « masacre de los inocentes » con tanto movimiento y violencia. Es a veces, entonces, que el sujeto inicial interviene como un elemento detonador en mi propia práctica para decir lo que me da la gana decir en este momento preciso. Otro aspecto, por fin, viene de un tipo de resistencia, nosotros los jóvenes pintores no olvidamos de dónde venimos. Referirse a la pintura clásica es una forma de resistencia estética en una época de imagen-uso, imagen-media, imagen-flujo. Estoy a favor del « hacer », de lo sensible, de la subjetividad y de la singularidad.
G.T. – En el caso de la exposición actual, haces uso de las grandes obras maestras para brindarnos tu propia visión del mundo actual. En ese sentido, ¿buscas emitir un mensaje claro e inequívoco, o dejas vía libre al espectador para que alcance sus propias conclusiones interpretativas?
N.C. – Un poco ambas cosas. Eso es justo toda la problemática de mi trabajo. Dependiendo del contexto de realización, una imagen puede tener distintos sentidos. Para mi, la pintura no puede limitarse a ser narrativa sino que tiene que representar a su época. De aquí viene mi duda… ¿Cómo se puede hablar de tu época sin ser comprometido y, consecuentemente, emitir un mensaje claro? Matisse decía que la pintura tenía que servir para otra cosa que la pintura. Es cierto, lo pictórico puro no me interesa. La pintura tiene que encarnar algo, una forma de realidad exterior. Si esta realidad tiene un fondo y un contenido potentes que se refieren a nuestra época y a sus problemáticas, por ejemplo, a mí me parece relevante. Hablamos aquí de una pintura expresiva, viva, con un contenido existencial o político, aunque me siento siempre dividido entre la forma y el fondo, entre lo pictórico y el sujeto (…).
G.T. – Las referencias a los grandes pintores son innegables, pero tu estilo se mantiene siempre, incluso una mirada somera reconoce tu factura al instante. ¿Aprecias el término de expresionismo como calificativo de tu obra, y, en caso afirmativo, por qué te consideras más sensible a ese estilo que a otro?
N.C. – Si entendemos el expresionismo como la expresión pictórica de un yo interior en sufrimiento, este termino entonces no me interesa. No me siento afiliado a una práctica que reduciría la pintura exclusivamente a la expresión de angustias existenciales interiores. Cuando empecé la pintura, estaba más en esta configuración pero hoy en día creo haber entendido, poco a poco, que no hace falta ser patético para ser subjetivo. La pintura es la expresión de un artista, es evidente, pero no creo que podamos encerrarnos en esto. A pesar de todo, me gusta el expresionismo de la última etapa de Goya y el de los movimientos expresionistas de principio del siglo XX.
G.T. – Aparte de las referencias y de la factura personal, tus personajes también destacan por su aspecto particular. ¿Te ves influenciado por tu formación como dibujante de cómics a la hora de concebir tus personajes?
N.C. – El cómic me influyó antes, sí, aunque mucho menos ahora. Lo que me interesa de la caricatura es sobre todo la idea de exageración, la facilidad del medio para endurecer y distorsionar los rasgos. Esto no quiere decir que cuestione la idea de harmonía o el equilibrio de la Belleza, es solo que considero en que la época en la que vivimos la Belleza brilla por su ausencia. Si los cuerpos son deformados o maltratados, es en gran parte porque me gusta pintar la carne. En la obra de David Cronenberg, por ejemplo, la carne es la demonstración de nuestra existencia, la suciedad por la suciedad no tiene interés, hay una dimensión filosófica detrás de todo esto. Somos carne animal, eso es lo que dice.
G.T. – Un lienzo se desmarca de los demás, la obra «Tempête», en la que abandonas tus personajes en favor de un proceloso paisaje de tormenta, próximo a la abstracción ¿Se trata de una investigación pictórica indicativa de una dirección hacia la que piensas orientarte?
N.C. – « Tempête » es un cuadro particular, es cierto, porque no representa más al Hombre sino que enseña el alboroto de la Naturaleza. Ojo,¡No es un cuadro abstracto! Abstraer significa extraer la substancia, lo pictórico por lo pictórico y eso no me interesa. Es, sin embargo, la temática de la tempestad y de manera más amplia la del paisaje, lo que me llama la atención junto con los bodegones. Es otra manera de hablar del Hombre y de la época en la que vivimos.
G.T. – Goya es una de tus principales inspiraciones, un artista que siempre se mostró altamente crítico con su tiempo y que denunciaba los excesos de la sociedad. ¿Tú también te ves como lo que podríamos llamar un artista contestatario ?
N.C. – Esta pregunta es difícil y nos devuelve a lo anterior. Hablo de hechos contemporáneos, si, como son la noción de poder, el flujo migratorio, el extremismo religioso y político etc. pero ¡no me siento contestatario! Contestar es cuando andas a contra de algo. Mi idea aquí es la de perturbar y no la de constreñirme a una línea delimitada. Se trata antes que nada de pintura, no estoy en el militantismo. Me siento más crítico que contestatario, uso la ironía para despistar poniendo a la vez el dedo en la llaga.
G.T. – Tu obra desprende una cierta violencia; una violencia que, por otro lado, en parte define nuestro mundo actual. ¿Dirías que como pintor te ves en la obligación de representar esa violencia, es un deber para ti? N.C. – Los artistas están aquí para interpelar. Se comprometen en su subjetividad y la comparten con el público. Su subjetividad entra en resonancia con el mundo. Este mundo puede adoptar signos externos de violencia, como en mi caso, pero es una violencia ridiculizada. Me gusta la idea de lo tragicómico porque, al final, solo nos queda la risa. Como decía el filosofo Clément Rosset “hay mucho de serio en nuestras fiestas”. La carcajada ayuda a poner distancia conservando la carga de verdad, es asimismo liberador y permite aligerar al tiempo que se habla de cosas muy serias. Los títulos de mis cuadros lo resumen bien. Al final, la violencia está menos presente en mis cuadros que en la realidad (…).