7 FEBRERO – 13 ABRIL 2019
Cristina Toledo centra su atención en imágenes cotidianas, no por ello intrascendentes, que le permiten representar momentos y situaciones. Fragmentos, en definitiva, del devenir humano.
Para la serie que nos ocupa, escoge la época Victoriana como punto de partida y, basándose en su imaginería, hace un recorrido por el mundo de la emoción o, para ser más precisos, la ausencia de la misma. Mujeres en duelo, rostros ocultos por una u otra razón y escenas cotidianas donde la identidad personal pasa a segundo plano, son excusas para transportarnos a un mundo misterioso y privado donde el matiz emocional del sufrimiento queda anulado por el hecho mismo de la pose.
Recopilando fotografías raras, extrañas o simplemente distintas, que le suponen una gran fuente de inspiración, la artista nos aproxima a una sobreactuación ofrecida en momentos muy escenificados, muy preparados para la ocasión. Y la ocasión no es otra que mostrar una emoción, que entendemos en este caso fingida. Es en ese acto de representar, por ejemplo, el dolor por la pérdida, que empezamos a hacernos conscientes del secuestro de la emoción.
Cierto es que mostrar dolor es mostrar una emoción, pero la sola idea de escenificarlo nos hace conscientes de una mentalidad, de unos usos y costumbres que priman la representación sobre la realidad, para ofrecer así una determinada visión a los restantes miembros de la comunidad: la manera correcta de sufrir, la manera correcta de lidiar con determinadas situaciones, la manera correcta de pertenecer.
Queda así apuntalada esa visión moral, lo que se conoce como «controles sociales no institucionalizados” o el estrecho marcaje con que los miembros de una determinada comunidad velan tácitamente por el cumplimiento de las reglas de convivencia establecidas. Bien es cierto es que con tan solo pensar en la palabra emoción acuden a nuestra mente sus dos vertientes más inmediatas: el gozo y el sufrimiento. Ninguno de estos dos matices nos asaltan al contemplar los personajes representados por Cristina. Si acaso, neutralidad y contención disfrazadas de lo anterior.
Igual sucede con los retratos de espaldas o «anti retratos”. Si ofrecer el rostro es un intento tradicional de bucear en el alma del representado, haciendo alusión a elementos de su personalidad o de su psicología al tiempo que nos sumerge en la esfera de las emociones allí latentes, la representación «de espaldas” supone una anulación radical de todo lo concerniente a la emoción como elemento de comunicación con “los otros” en tanto que seres sociales. Interesada desde el principio de su carrera por el papel de la mujer, si en obras anteriores orientaba su discurso hacia una crítica del mundo de la belleza, con La emoción secuestrada nos ofrece una ventana indiscreta en escala de grises con toques anecdóticos de color, a un mundo que ya no existe en sus formas exteriores, pero que continúa en esencia en cada uno de nosotros, a saber: mostrar a los demás que justas u opresivas esas formas, somos capaces de asumirlas para hacernos dignos de pertenecer al grupo.
Cristina Toledo Bravo de Laguna nació en 1986 en Las Palmas de Gran Canaria. Licenciada en Bellas Artes por la Complutense de Madrid en 2009, participa rápidamente en exposiciones colectivas tanto en la capital como en Gran Canaria. Expone luego de forma individual en Las Palmas (Club la Provincia), Las Rozas (Centro Cultural Pérez de la Riva), Valladolid (Galería Javier Silva) y Madrid (Vuela Pluma Ediciones). Recientemente ha participado a las ferias de arte MARTE (Castellón) y JustLX (Lisboa). Su obra forma también parte de colecciones de instituciones como en Colección Fundación Gaceta (Salamanca) o Colección Miradas (Alicante). Aparte, Cristina Toledo recibe distintos premios y becas entre 2011 y 2017, como el Primer Premio Jóvenes Pintores de la Fundación Gaceta. Gracias a este premio, Cristina inaugura en 2018 Una historia victoriana en el DA2 de Salamanca. Le hemos consagrado su primera importante exposición individual en Madrid en febrero de 2019. Desde entonces, la representamos en exclusividad en Francia.
El trabajo de Cristina Toledo se basa en archivos fotográficos. Su pintura rastrea temáticas históricas haciendo referencia a la condición femenina. Su interés por la exageración de la puesta en escena la lleva a buscar fotografías originales, diferentes o raras. Su estilo se inscribe en las nuevas tendencias figurativas.
2017 Premier Prix des Jeunes Peintres de la Fondation Gaceta, Salamanque
2016 Prix Miradas, Fondation Jorge Alió, Alicante
2013 Premier prix de peinture Mardel, Calpe
2019 L’émotion séquestrée, Galería Tournemire, Madrid
2018 Une histoire victorienne, DA2 (DOMUS ARTIUM 2002), Salamanca
2017 Sacrifice, Galería Javier Silva, Valladolid
2016 Nouveau Monde, Vuela Pluma Ediciones, Madrid
2015 Un acte de foi, Galería Javier Silva, Valladolid
2014 Un champ de bataille, Centro Cultural Pérez de la Riva, Las Rozas
2012 Analogies, Club La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria
2018
– MARTE Foire d’art Contemporain, Stand de la galería Pep Llabrés, Castellón
– Peinture Peinture, ABM Confecciones, Madrid
– JustLX Lisboa Contemporary Art Fair, Stand de la galería Pep Llabrés, Lisboa, Portugal
2017
– Espacio CV, CAAM, Las Palmas de Gran Canaria
– + F, Artistas post-conceptuels aux Canaries 2000–2017, San Martín Culture Contemporain, Las Palmas de Gran Canaria
2016
– Le corps comme mesure, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid
– Concoiurs Miradas, Fondation Jorge Alió. Lonja del Pescado, Alicante
2015
-Tolstoi Vuela Pluma Éditions, Madrid
2014
– 7x114x146, Galería Liebre. Madrid
2013
– Versos, Galería Manuel Ojeda. Las Palmas de Gran Canaria
Galería Tournemire. – Con esta exposición, elegiste tomar como punto de inspiración la época victoriana. ¿Por qué te interesa este período en concreto?
Cristina Toledo. – Las pinturas que conforman “La emoción secuestrada” forman parte de una serie que comencé a partir de unas fotografías de esta época que me llamaron mucho la atención porque codificaban el luto y la relación con la muerte a partir del ocultamiento del rostro. Ya había trabajado en series anteriores con la máscara y el rostro escondido porque me parece una temática interesante para la pintura, una técnica que se puede asociar a la dualidad de ocultar/desvelar. Lo que me interesó de la época fue esa manera de contar las emociones tan rígida y codificada. Esa correlación establecida y convencional entre la imagen y el significado y el juego que me podía dar el seleccionar imágenes en las que esa lectura no queda tan clara, al menos para nosotros que lo leemos sin tener todos los códigos de su momento.
G.T. – Pintas a partir de fotografías encontradas en diferentes tipos de archivos. ¿Por qué la fotografía es para ti una fuente más potente que el modelo vivo? Y, ¿Cómo eliges entre ellas las que consideras más pertinentes?
C.T. – Siempre me han fascinado las fotografías de otras épocas. Ver álbumes de familiares, prensa antigua, libros ilustrados de principios de siglo…Y me gusta emplear la representación de la figura humana para pensar en las formas que tenemos de relacionarnos con las imágenes y con lo visible. Estamos rodeados de imágenes todo el día, cada vez más, así que me parece interesante rescatar algunas de ellas para transformarlas en pinturas y que se puedan ver con otros ojos. Para dedicarles un tiempo a contemplarlas y pensar con ellas.
Para seleccionar qué fotografías llevar a la pintura, tengo en cuenta el ambiente que quiero crear con el conjunto, cómo van a dialogar las piezas entre sí, la potencia evocadora de la imagen, y los elementos formales que me permitan un trabajo pictórico interesante.
G.T. – En tu serie de pinturas, los personajes no parecen expresar ninguna emoción real porque se esconden, se tapan o se reflejan a través de un espejo y actúan en algunos casos como si quisieran enseñar la “manera correcta” de sufrir. ¿Qué crees que subyace detrás de todo esto?
C.T. – Creo que estamos ante algunos ejemplos de una época en la que todo estaba exactamente medido y codificado, y cada emoción debía ser manifestada de una manera convencional, sin dejar lugar a la espontaneidad. A su vez, algunos de los retratos probablemente sean un experimento artístico del fotógrafo, lo que introduce también un elemento lúdico en la serie. Si nos paramos a pensar en los tipos de fotografías actuales que vemos todos los días, podríamos establecer también unas pocas categorías codificadas perfectamente, aunque a simple vista parezca que somos muy libres y “naturales” en nuestra manera de presentarnos como imagen.
G.T. – Tratas, al final, de la vida en sociedad, de los comportamientos humanos más que de una época concreta. ¿Te ha interesado siempre establecer con tu trabajo esa conversación sobre el mundo que te rodea y sobre la sociedad en general?
C.T. – Exactamente, me interesa que el que ve mi obra pueda establecer paralelismos entre distintos momentos temporales, sin necesidad de mostrarlo de manera evidente. Creo que el usar fotografías de otras épocas posibilita esa lectura más abierta. No es algo de lo que haya sido siempre consciente o que haya buscado de manera intencional. La mirada a la vida en sociedad ha ido surgiendo de manera natural en mi obra, partiendo a menudo de un interés por la representación de la mujer.
G.T. – Justo, la mujer esta a menudo, por no decir casi siempre, en el centro de tu atención. ¿Podrías calificar tu obra de comprometida y feminista o son etiquetas con las cuales no te sientes identificada?
C.T. – La etiqueta de artista comprometida siento que me viene grande, porque creo que hay otros artistas que abordan los problemas sociales de una manera mucho más activa y directa que yo. Sin embargo, mi obra refleja cuestiones que me interesan, y siendo yo feminista, esa preocupación por el papel de la mujer en sociedad se observa en el trabajo. Tanto en esta serie como en otras que he trabajado antes, me ha interesado mucho evidenciar cómo se establecen numerosos métodos de control sobre las mujeres al codificar cómo deben ser sus cuerpos y cómo pueden o no ser mostrados a los demás. Mi manera de tratar estos temas puede no ser evidente, probablemente porque la pintura como lenguaje es también uno de mis principales intereses a la hora de trabajar, pero sí me parece acertado calificar mi obra de feminista.
G.T. En tu manera de pintar no te acercas a un estilo hiperrealista porque no tendría su sentido en términos de reinterpretaciones de las fotografías. ¿Cómo calificarías tu estilo pictórico y en qué sentido se aleja de la simple copia fotográfica?
C.T. – Me resulta complicado ponerle una etiqueta a mi pintura, más allá de ser una figuración realista pero no fotorrealista. Intento siempre jugar con las diferentes posibilidades que da el medio, aplicando distintos recursos pictóricos siempre que me permitan mantener una cierta unidad en la imagen para no perder los significados que encontré en la fotografía de la que esté partiendo. Quiero pensar que con mi manera de tratar la pintura añado una carga de plasticidad y sensualidad a la imagen inicial.
G.T. – ¿Nos gustaría saber tu opinión general sobre el mundo del arte en la actualidad y en particular sobre el papel de la pintura dentro del mismo?
C.T. – El mundo del arte es tan amplio y variado que podríamos decir los mundos del arte, ya que creo que incluso sólo dentro de la escena madrileña se pueden distinguir muchas tendencias y afinidades, así como muchos niveles de profesionalización y de mercado. Por la parte que me toca a mí, y pensando en el papel que juega la pintura, diría que es un medio que en principio despierta poco interés en aquellos que deciden lo que es relevante para exposiciones y convocatorias de las que se supone que definen qué se está haciendo en la actualidad. Sin embargo, es un medio que sigue teniendo un papel privilegiado en el mercado, y esto se ve perfectamente en la programación de las galerías y en las ferias. Luego estamos los artistas, que al final hacemos lo que nos da la gana, porque con un mercado tan débil como el español, lo mejor que puedes hacer es ser sincero y coherente con tus intereses. Yo creo que los pintores vamos a seguir trabajando porque la pintura es un lenguaje que nunca se agota y conecta con necesidades táctiles y estéticas que son profundamente humanas, al igual que creo que siempre va a tener un lugar importante en el mundo del arte porque siempre habrá personas que la disfruten.
C.T. – ¿En qué estas trabajando ahora? ¿Hacia dónde se dirige tu atención como artista a corto-medio plazo?
G.T. – Ahora mismo sigo trabajando en esta misma línea para una próxima exposición individual que tengo programada para mayo. Creo que todavía puedo seguir explorando estas imágenes y que no he agotado aún los significados y posibilidades de lectura que les puedo extraer. A la vez estoy empezando a recopilar imágenes relacionadas con el espiritismo y con los trucos de magia; buceando en los primeros efectos fotográficos con los que se simulaban apariciones de fantasmas y se representaba lo sobrenatural. Estoy todavía en una fase muy inicial con ese proyecto, por lo que realmente no sé si verá la luz como serie de pinturas o se quedará en una de mis muchas carpetas de imágenes que no pasan de la pantalla del ordenador.